lunes, 6 de julio de 2009

Profecía celta

Los guerreros se fueron reuniendo en silencio en torno al círculo de piedras ciclópeas que coronaban la montaña sagrada; abajo, entre retazos de niebla, podían ver el lago cuyas aguas tranquilas espejeaban en la primera luz de la mañana.

El druida, con ayuda de dos fuertes ayudantes terminaba de sacrificar a un prisionero obtenido en la reciente guerra contra los poblados del valle al final del río, que a la sazón emergía del propio lago.

Arrojó las últimas matas de muérdago recogidas la noche anterior a la pira funeraria y se desprendió del manto de pieles de lobo que portaba, arrojándolo lejos de sí; parecía ahora más viejo, como de mil edades, pero no había perdido nada de su majestuosidad. Alzó los brazos al cielo y un ligero temblor recorrió su cuerpo; unos instantes después un murmullo de horror y admiración se extendió por el grupo reunido en torno a él cuando de pronto se arqueó hacia atrás violentamente, puso los ojos en blanco y espesos hilos de baba comenzaron a emerger de las comisuras de los labios deslizándose por su barba de nieve. Arrancó el torque de plata que adornaba su cuello y que amenazaba con ahogarle; comenzó a hablar con una voz distinta, gutural:

- Escuchad, guerreros:
 >>Veo el mundo que aguarda, y nosotros no tendremos lugar en él. Desaparecerán nuestros castros, y en su lugar se levantarán edificios de granito y pizarra. Estos montes, siempre verdes, serán surcados por caminos hechos de una sola piedra negra que se derrite con el Sol y los hombres correrán por esos caminos de día y de noche en carros que no irán tirados por ningún animal, pero que serán más veloces que todo lo que conocemos. No habrá entonces guerras aquí, pero los hombres se matarán con esos carros. Tendrán extraños rituales que les llevarán a bañarse en el lago y subir a esas montañas más altas en grupos.>>

El druida hizo una pausa que aprovecharon sus ayudantes para secarle el sudor que manaba de su frente. Después continuó:

- Se me eriza el cabello cuando veo lo que les aguarda:
 >>No cultivarán estas tierras, pero comerán alimentos que a veces les envenenarán, inhalarán extraños humos que les harán enfermar; buscarán lo que no tienen y despreciarán lo que ya poseen, y así enfermarán más sin darse cuenta. De nuestro recuerdo solo quedará una extraña música realizada con instrumentos que me son desconocidos, a esa música le darán nuestro nombre. Solo os puedo decir para terminar, que cuando esto ocurra tendremos la suerte de estar todos muertos, también los hijos de nuestros hijos y los hijos de sus hijos.>>
Dicho esto, el druida sufrió un desmayo. Mientras era atendido por sus acólitos, el resto de los hombres comenzó a abandonar el círculo de piedra. La ceremonia había concluido.

De camino hacia el castro, uno de los guerreros comentaba a su amigo:

- Me ha asustado el viejo, ¿ Tú crees que habrá algo de cierto en lo que ha contado?

- No lo creo; pienso que está perdiendo facultades, y por eso se inventa las visiones.
Diciendo esto se apresuraron a regresar, pues se acercaba la hora de comer. Al despedirse de su amigo, el guerrero dijo acariciando el filo de su espada:

- Tienes razón, ya está viejo. Quizá vaya siendo hora de sustituirle.

La Serpiente emplumada


Historia de la serpiente emplumada

El dios tiene varias etapas, primero como deidad olmeca, tolteca, maya como Kukulcán y más tarde en el grupo de los dioses aztecas. Es claro como la cultura tolteca tomó la figura de este dios de la tradición religiosa de Teotihuacan en donde se encuentra una pirámide dedicada a la serpiente emplumada que data del siglo II de nuestra era. Este dios sin embargo tiene una raíz histórica más antigua. Los estudios recientes demuestran que este personaje se relaciona con la Mitología olmeca y con su visión de la serpiente emplumada. 

El arte y la iconografía de los olmecas demuestran claramente la importancia de la Deidad de la Serpiente Emplumada en las cronologías de Mesoamérica, así como en el arte olmeca. En las grutas de Juxtlahuaca hay una representación de una serpiente emplumada de estilo olmeca. Incluso, en lugares lejanos como la Laguna de Asososca, en Managua, Nicaragua se encuentran pinturas rupestres representativas de La Serpiente Emplumada.

El nombre de Quetzalcóatl se compone de dos palabras de origen náhuatl: quetzal, que es un ave de hermoso plumaje que habita la selva centroamericana, y cóatl, que significa "serpiente".

Existe otra versión científica según la cual es posible que este Dios tenga raíces Chichimecas. Sus influencias culturales abarcaron gran parte de Mesoamérica, incluyendo a las culturas maya, mixteca. Los mayas retomaron a Quetzalcóatl como Kukulkán o Gucumatz, aunque como se ha dicho antes es más conocida la versión de la cultura tolteca. Los aztecas incorporaron esta deidad a su llegada al valle de México.

Los aztecas relacionaban a Quetzalcóatl con Venus, que se puede observar como si fuera una estrella al lado del volcán Popocatépetl durante ocho meses al año, y desaparece otros tres meses; la profecía indica que esta estrella y los dos solsticios en donde se dice que Quetzalcóatl viene a la tierra dos veces al año a traer fertilidad y cosecha, sucederán hasta la segunda venida de Quetzalcóatl.

Una de las representaciones de esta deidad es la de un hombre barbado y blanco, por lo que durante la conquista de la Nueva España (Mesoamérica) los pueblos indígenas creyeron en un principio que Hernán Cortés era Quetzalcóatl.

A fin de propiciar la conversión de los nativos, los cronistas crearon el mito de que Quetzalcóatl era un apóstol cristiano (Santo Tomás).

En tiempos recientes las religiones de origen neotolteca hablan en sus tradiciones y leyendas urbanas del renacimiento de este personaje. Este concepto esta basado en el Códice de Quetzalcóatl (leyenda urbana).

La leyenda del vikingo

Según la doctora en historia Lucie Dufresne, en su libro Quetzalcóatl, El hombre huracán (Ed. RHM, 2006), Quetzalcóatl era un vikingo, que hizo una expedición hacia Vinland (este de Estados Unidos de América) y siguió el tramo de la corriente cálida hacia el sur. Alrededor del año 1000 d.c. se piensa que pudo llegar a una isla sin caza (Cuba) y que quedo atrapado eventualmente en un huracán que lo llevó a las costas mexicanas. Al ver los indígenas a este vikingo con su barba y cabello rubio (color oro o pelirrojo), que probablemente portaba algunos utensilios como una espada de acero, un casco o vestimentas que les resultaban completamente extrañas, lo veneraron y creyeron que veían al dios Quetzalcóatl que había llegado del este.

Este hombre que pudo haber ido acompañado de algunos sobrevivientes al naufragio, debió haber llegado a las costas del actual estado de Veracruz y sorprendió a los toltecas, por sus conocimientos, entre muchos otros el de la fundición de los metales, así como estrategias diferentes y efectivas de guerra para controlar y someter a otros pueblos.

Esos grandes conocimientos y prácticas de Quetzalcóatl, totalmente nuevos para los toltecas porque provenían de otro mundo, expandieron notablemente el imperio, reforzando y “comprobando” a los toltecas que se trataba de ese dios personificado, razones por la cual el rey Mixcóatl le ofrece a su hija de esposa, para emparentarlo y así tener descendientes con sangre divina. El rey Mixcóatl, a su muerte, le hereda el trono, que le correspondía a su hermano Tezcatlipoca en primera instancia y a sus propios hijos en segunda.

Durante más de veinte años, el rey y Hombre Dios Quetzalcóatl, expande el imperio Tolteca, hace la gran plaza, pirámides y templos, así como un gran juego de pelota. Pero la prohibición de los sacrificios humanos que tanto gustaban a la gente, aunado a sus orgías con pulque, hongos y peyote, permitieron a Tezcatlipoca tenderle una trampa política y desterrarlo, costándole el trono a favor de su rival.

Desterrado, Quetzalcóatl emprende un gran éxodo junto con cientos de seguidores hasta Chichén Itzá, a donde su fama ya había llegado. No obstante, los mayas lo ponen a prueba y vuelve a ganarse el calificativo de Dios al que entonces llamarían Kukulcán y posteriormente lo convierten en rey, título que no existía pues se gobernaban mediante un consejo.

Después de su llegada a Chichén Itzá, alrededor del año 1040, es cuando la ciudad vive su esplendor. Los mayas con su nuevo rey, dominan el comercio en la hoy península de Yucatán e invaden y someten militarmente a sus rivales de Coba y Uxmal. Bajo la influencia tolteca desarrollan la gran ciudad, entre otros edificios construyen el Templo de Kukulcán (El Castillo), el gran Juego de Pelota y el Templo de las Mil Columnas.
Relación con otros dioses

Quetzalcóatl es uno de los dioses más reconocidos, y es el tercero de los cuatro dioses de la cosmogonía principal mesoamericana, esta se relaciona con Tezcatlipoca por lo que a veces es llamado el Tezcatlipoca Blanco.

Es conocido su antagonismo con el dios Tezcatlipoca quien lo desterró de la ciudad de Tula en la cultura tolteca.

En la lengua náhuatl, coatl, además de significar "serpiente", también quiere decir "gemelo". Quetzalcóatl es, entonces, el gemelo antagonista de Tezcatlipoca.

Leyenda

El dios era muy respetado y cualquier actividad artística era dedicada al mismo. Señor de la luz del atardecer y de todo lo que en la naturaleza se presentaba doble. Quetzalcoatl era el dios de la cuarta humanidad (las tres anteriores habían sido destruidas, una tras otra) y su Mundo fue creado a raíz de una astilla de hueso robada al señor de las tinieblas, donde se encontraban las anteriores humanidades.

La astilla fue sustraída de la tercera humanidad, la anterior a la de Quetzalcoatl. Él el dio vida rociándola con su propia sangre, pero el señor oscuro no perdonó nunca su osadía y atosigaba a los seres humanos constantemente con tentaciones de todo tipo. Quetzalcoatl amaba a la humanidad por lo que les ordenó que no le ofrecieran sacrificios humanos sino de animales.

También era dios de los antagonismos y por lo tanto del sol y la luna. Se encarnó en un dios tan pobre que no tenía nada que ofrecer por lo que se sacrificó él mismo arrojándose al fuego sagrado. Desde entonces se encargaba de alumbrar el día alcanzando el nivel de sol por su valentía y su antagónico, que era rico pero cobarde, por lo que no fue capaz de ofrecerse como ofrenda al fuego, se le degradó a ser luna.

Pero Quetzalcoatl no era azteca, como muchos piensan, sino tolteca e incluso anterior a ellos ya que era la serpiente emplumada que adoraban en Teotihuacan cientos de años atrás. Los toltecas no aparecerían hasta el siglo X pero ha existido mucha confusión con ellos y la serpiente emplumada porque el primero de sus reyes del que se tiene constancia histórica, Topiltzin, se atribuyó su nombre y poder, considerándose un dios en La Tierra al estilo de los faraones egipcios. Se trató de un rey-sacerdote que se dio en llamar Quetzalcoatl.

Trasladó su capital a la fastuosa Tula y la consagró a la serpiente, que no era maligna ni exigía sacrificios humanos. Algunos se preguntan cómo era posible si las civilizaciones precolombinas realizaban ese tipo de sacrificios como constataron los conquistadores españoles. Pues sencillamente porque, como ha ocurrido con otras civilizaciones, los sacrificios y ofrendas a los dioses variaban a lo largo del tiempo, dependiendo de quienes gobernaran. 

En el reino tolteca había otros ritos y uno de los más importantes era el del dios Tezcatlipoca cuyos sacerdotes sí exigían sangre humana. Al parecer hubo una especie de guerra civil entre los partidarios de un dios y el otro, venciendo los del dios guerrero y sanguinario Tezcatlipoca, ofreciéndose sacrificios humanos desde entonces. Quetzalcoatl huyó adentrándose en el gran Océano pero antes de marchar dijo que volvería y dio una fecha concreta.

Los indios mesoamericanos eran buenos astrólogos y su capacidad para entender los fenómenos astronómicos aún resulta increíble. Las profecías mayas, entre otras, son asombrosas, precisamente las que establecen el final del Mundo en diciembre de 2012. Una de las profecías toltecas establecía que su rey-dios Quetzalcóatl volvería del mar, en el que un día se adentró, en torno al año que trasladado al calendario cristiano coincidía con 1519 y en ese año fue cuando los españoles, al mando de Hernán Cortés, de piel y barba blancas, llegaron desde el mar. Como se comprenderá fue fácil creer que el dios serpiente volvía para vengarse de los que ofrecían sacrificios humanos y de ahí que los aztecas, herederos de las tradiciones toltecas, pensaran que les había llegado el fin de su mundo, profetizado siglos atrás.