miércoles, 19 de agosto de 2009

EL PROFETA EZEQUIEL


Ezequiel fue un sacerdote y profeta mayor hebreo exiliado a Babilonia. Sus profecías avisaron de la destrucción inminente de Jerusalén. También fue uno de los oráculos sobre la condenación de las naciones extranjeras y de la restauración de Israel. Su nombre Ezequiel (hebreo: Yejez·qé'l) significa Dios Fortalece. Iniciamos diciendo que Ezequiel se caracteriza como un hombre teólogo entre los profetas.

Ezequiel, hijo de Buzí, de linaje sacerdotal, fue llevado cautivo a Babilonia junto con el rey Jeconías de Judá (597 a. C.) e internado en Tel-Abib a orillas del río Cobar. Cinco años después, a los treinta de su edad (cf. 1, 1), Dios lo llamó al cargo de profeta, que ejerció entre los desterrados durante 22 años, es decir, hasta el año 570 a. C.

A pesar de las calamidades del destierro, los cautivos no dejaban de abrigar falsas esperanzas, creyendo que el cautiverio terminaría pronto y que Dios no permitiría la destrucción de su Templo y de la Ciudad Santa (véase Jer. 7, 4 y nota). Había, además, falsos profetas que engañaban al pueblo prometiéndole en un futuro cercano el retorno al país de sus padres. Tanto mayor fue el desengaño de los infelices cuando llegó la noticia de la caída de Jerusalén. No pocos perdieron la fe y se entregaron a la desesperación.

La misión del Profeta Ezequiel consistió principalmente en combatir la idolatría, la corrupción por las malas costumbres, y las ideas erróneas acerca del pronto regreso a Jerusalén. Para consolarlos pinta el Profeta, con los más vivos y bellos colores, las esperanzas de la salud mesiánica.

Divídese el libro en un Prólogo, que relata el llamamiento del profeta (caps. 1-3), y tres partes principales. La primera (caps. 4-24) comprende las profecías acerca de la ruina de Jerusalén; la segunda (caps. 25-32), el castigo de los pueblos enemigos de Judá; la tercera (caps. 33-48), la restauración.

"Es notable la última sección del profeta (40-48) en que nos describe en forma verdaderamente geométrica la restauración de Israel después del cautiverio: el Templo, la ciudad, sus arrabales y la tierra toda de Palestina repartida por igual entre las doce tribus" (Nácar-Colunga).

Las profecías de Ezequiel descuellan por la riqueza de alegorías, imágenes y acciones simbólicas de tal manera, que S. Jerónimo las llama "mar de la palabra divina" y "laberinto de los secretos de Dios".

Israel está en pie de guerra y el Señor ha puesto al profeta como centinela para dar la voz de alarma ante el peligro.

Ezequiel carga con la responsabilidad del pueblo entero. Ningún profeta siente una necesidad tan imperiosa de entregarse al examen detenido de ciertos problemas y de poner en claro todas sus implicaciones; en una palabra, Ezequiel es no sólo profeta sino también teólogo.

Es significativa la forma como Ezequiel recibe en el momento de su vocación el mensaje que ha de transmitir: una mano le alarga el libro con lo que debe predicar (2, 1-3, 15).

Con su palabra y con su silencio, Ezequiel fue el acusador de Israel rebelde. Todo pueblo tiene en su historia un pecado continuo, pero lo interesante es la idea que este profeta tiene del pecado. Pecado es la ofensa a la santidad de Dios y la transgresión de un orden sagrado, o de unas órdenes sagradas. Degollar a un inocente, es indigno para Ezequiel, sobre todo por la profanación del templo que ello ocasiona (Ez 23,39). Se explica así, la responsabilidad enorme que recae sobre los sacerdotes, guardianes del templo (Ez 22,26). Para el hebreo había lo puro y lo impuro y Yahvéh era quien definía la esfera de lo santo a lo puro, lo impuro y profano (Ez 8, 6-17). El problema era saber por dónde corría o cuál era la relación de Israel con su Dios. Porque el Pueblo de Dios iba o debía ir siempre en marcha, y Yahvéh con él alumbrándole el camino.

No basta con señalar que lo que define la santidad en Israel es su relación con Yahvéh. Hay que tener en cuenta, la jerarquía de valores de santidad y pureza, impureza y profanidad. De esta forma lo santo es el valor absoluto. Y toda purificación esta al servicio de la santificación. 

La pureza está en apartarse de lo impuro, porque desagrada a Yahvéh y además hay que agradar a Dios en la santidad. Por esto Ezequiel denuncia con vehemencia las impurezas y abominaciones de Israel.

No se puede decir que Ezequiel sea un predicador moralizante, sino un predicador de las costumbres buenas de los hombres ante Dios.

Para descubrir y denunciar el pecado, el profeta dispone de una serie de criterios que le ofrece la tradición sacerdotal: los mandamientos de la Ley. Así, los mandamientos eran dados y recibidos como señal visible de pertenencia al pecado de Dios.

Como resultado de un examen de conciencia, tras reconocer lo impuro y malo a los ojos de Yahvéh, el profeta debe conminar las destrucción a la ciudad sanguinaria por estar contaminada (Ez 22, 3-4).

Ezequiel cumplía así su doble oficio de profeta acusador, que anuncia la ruina del templo y de guardián del santuario donde mora la gloria de Yahvéh. Entonces la gloria y la santidad de Yahvéh, habitaban en medio de su pueblo para procurarle la vida. Después de todo, el nombre de Yahvéh, es un nombre de gracia y perdón.

Con el destierro como castigo, Dios pretende purificar, santificar y renovar a Israel. La santidad al hombre mismo es en definitiva lo único que hace honor al hombre de Dios, porque no obliga a éste a recurrir al castigo.

Toda la historia de pecados de Israel ha sido larga. Al sentir Ezequiel el peso crítico de la comunidad desterrada y ajusticiada por Dios, responde al pueblo: “el que muera, será por su propia culpa...”(Ez 18,3-4). Es interesante el contraste de Ezequiel de lo individual a lo comunitario. Por una parte trata de la responsabilidad y libertad personales y por otra, emite juicios globales y de grandes secuencias históricas.

En el espíritu hebreo parece coexistir dos esquemas de pensamiento; análogos a los siguientes enunciados:

• Justicia Electiva – Dios se escoge un pueblo, le da una ley y lo bendice. Se castiga en forma pedagógica hacia el perdón. Este sistema concierne al pueblo. • Justicia Retributiva – Se cuenta la observancia y las transgresiones sin dejar de ser un don divino, es un programa humano de acciones meritorias y satisfacción por los pecados, y su juicio particular sobre unas y otras. Este sistema concierne al individuo.

Se puede distinguir de lo anterior dos momentos así:

• Momento de lo comunitario (Israel Antiguo) Uno no se pierde ni se salva sólo. Esta es la primera enseñanza de Israel. En este primer período la salvación se materializa en recompensas terrenas y el pecado se castiga con desastres temporales. Predomina la idea de la solidaridad, idea que se va purificando a medida que el grupo étnico se va haciendo más comunidad religiosa.

• Momento de la persona (Destierro y Restauración) Ezequiel los hizo a todos solidarios porque vio a cada uno comulgando con la conducta culpable de sus antepasados, lo mismo que con la de sus contemporáneos. Pero el proverbio de los hijos que tienden a realizar lo mismo que sus padres, es considerado por la nueva generación como algo de lo cual se considera independiente de sus antepasados (Ez 18,2). Y a ella le da razón Ezequiel cuando afirma que en la nueva era, cada uno va a estar delante de Dios con lo que es, bueno o malo y no con lo que otros fueron o con lo que fue él mismo (Ez 18, 4). Cuando se forma un Israel más cualitativo y lo personal aflora en variadas manifestaciones.

Finalmente a Ezequiel se le ha llamado el “Padre del Judaísmo”, por haber inspirado y orientado, con su visión sacerdotal de Israel futuro, la resurrección posexílica y la existencia ulterior del pueblo judío. La temática teológica del profeta anteriormente mencionada, justifica en buena parte este apelativo.

LAS VISIONES DE EZEQUIEL (BIBLIA)

Introducción
1:1 El año treinta, el día quinto del cuarto mes, mientras me encontraba en medio de los deportados, a orillas del río Quebar, se abrió el cielo y tuve visiones divinas.
1:2 El día cinco del mes —era el año quinto de la deportación del rey Joaquín—
1:3 la palabra del Señor llegó a Ezequiel, hijo del sacerdote Buzí, en el país de los caldeos, a orillas del río Quebar. Allí la mano del Señor descendió sobre él.

LA VISIÓN INAUGURAL Y LA VOCACIÓN DEL PROFETA

Visión del carro divino
1:4 Yo miré, y vi un viento huracanado que venía del norte, y una gran nube con un fuego fulgurante y un resplandor en torno de ella; y de adentro, de en medio del fuego, salía una claridad como de electro.
1:5 En medio del fuego, vi la figura de cuatro seres vivientes, que por su aspecto parecían hombres.
1:6 Cada uno tenía cuatro rostros y cuatro alas.
1:7 Sus piernas eran rectas; sus pies, como pezuñas de ternero, y resplandecían con el fulgor del bronce bruñido.
1:8 Por debajo de sus alas, aparecían unas manos de hombre, sobre los cuatro costados; los cuatro seres tenían rostros y alas.
1:9 Sus alas se tocaban una a la otra, y ellos no se volvían cuando avanzaban: cada uno iba derecho hacia adelante.
1:10 En cuanto a la forma de sus rostros, los cuatro tenían un rostro de hombre, un rostro de león a la derecha, un rostro de toro a la izquierda, y un rostro de águila.
1:11 Sus alas estaban extendidas hacia lo alto: cada uno tenía dos alas que se tocaban entre sí y otras dos que les cubrían el cuerpo.
1:12 Ellos avanzaban de frente: iban adonde los impulsaba el espíritu, y no se volvían al avanzar.
1:13 Entre los seres vivientes había un fuego como de brasas incandescentes, como de antorchas, que se agitaba en medio de ellos; el fuego resplandecía, y de él salían rayos.
1:14 Los seres vivientes iban y venían, y parecían relámpagos.
1:15 Yo miré a los seres vivientes, y vi que en el suelo, al lado de cada uno de ellos, había una rueda.
1:16 El aspecto de las ruedas era brillante como el topacio y las cuatro tenían la misma forma. En cuanto a su estructura, era como si una rueda estuviera metida dentro de otra.
1:17 Cuando avanzaban, podían ir en las cuatro direcciones, y no se volvían al avanzar.
1:18 Las cuatro ruedas tenían llantas, y yo vi que las llantas estaban llenas de ojos, en todo su alrededor.
1:19 Cuando los seres vivientes avanzaban, también avanzaban las ruedas al lado de ellos, y cuando los seres vivientes se elevaban por encima del suelo, también se elevaban las ruedas.
1:20 Ellos iban adonde los impulsaba el espíritu, y las ruedas se elevaban al mismo tiempo, porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas.
1:21 Cuando ellos avanzaban, avanzaban las ruedas, y cuando ellos se detenían, se detenían las ruedas; y cuando ellos se elevaban por encima del suelo, las ruedas se elevaban al mismo tiempo, porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas.
1:22 Sobre las cabezas de los seres vivientes, había una especie de plataforma reluciente como el cristal, que infundía temor y se extendía por encima de sus cabezas.
1:23 Ellos estaban debajo de la plataforma con las alas erguidas, tocándose una a la otra, mientras las otras dos les cubrían el cuerpo.
1:24 Yo oí el ruido de sus alas cuando ellos avanzaban: era como el ruido de aguas torrenciales, como la voz del Todopoderoso, como el estruendo de una multitud o de un ejército acampado. Al detenerse, replegaban sus alas.
1:25 Y se produjo un estruendo sobre la plataforma que estaba sobre sus cabezas.
1:26 Encima de la plataforma que estaba sobre sus cabezas, había algo así como una piedra de zafiro, con figura de trono; y encima de esa especie de trono, en lo más alto, una figura con aspecto de hombre.
1:27 Entonces vi un fulgor como de electro, algo así como un fuego que lo rodeaba desde lo que parecía ser su cintura para abajo; vi algo así como un fuego y una claridad alrededor de él:
1:28 como el aspecto del arco que aparece en las nubes los días de lluvia, así era la claridad que lo rodeaba. Este era el aspecto, la semejanza de la gloria del Señor. Al verla, caí con el rostro en tierra y oí una voz que hablaba.

CAPÍTULO 2
Visión del libro

2:1 Esa voz me dijo: Levántate, hijo de hombre, porque voy a hablarte.
2:2 Cuando me habló, un espíritu entró en mí y me hizo permanecer de pie, y yo escuché al que me hablaba.
2:3 Él me dijo: Hijo de hombre, yo te envío a los israelitas, a un pueblo de rebeldes que se han rebelado contra mí; ellos y sus padres se han sublevado contra mí hasta el día de hoy.
2:4 Son hombres obstinados y de corazón endurecido aquellos a los que yo te envío, para que les digas: "Así habla el Señor".
2:5 Y sea que escuchen o se nieguen a hacerlo —porque son un pueblo rebelde— sabrán que hay un profeta en medio de ellos.
2:6 En cuanto a ti, hijo de hombre, no les temas ni tengas miedo de lo que digan, porque estás entre cardos y espinas, y sentado sobre escorpiones; no tengas miedo de lo que digan ni te acobardes delante de ellos, porque son un pueblo rebelde.
2:7 Tú les comunicarás mis palabras, sea que escuchen o se nieguen a hacerlo, porque son un pueblo rebelde.
2:8 Y tú, hijo de hombre, escucha lo que te voy a decir; no seas rebelde como ese pueblo rebelde: abre tu boca y come lo que te daré.
2:9 Yo miré y vi una mano extendida hacia mí, y en ella había un libro enrollado.
2:10 Lo desplegó delante de mí, y estaba escrito de los dos lados; en él había cantos fúnebres, gemidos y lamentos.

CAPÍTULO 3
3:1 Él me dijo: Hijo de hombre, come lo que tienes delante: come este rollo, y ve a hablar a los israelitas.
3:2 Yo abrí mi boca y él me hizo comer ese rollo.
3:3 Después me dijo: Hijo de hombre, alimenta tu vientre y llena tus entrañas con este libro que yo te doy. Yo lo comí y era en mi boca dulce como la miel.
3:4 Él me dijo: Hijo de hombre, dirígete a los israelitas y comunícales mis palabras.
3:5 Porque no se te envía a un pueblo que habla una lengua oscura y difícil, sino al pueblo de Israel.
3:6 Si yo te enviara a pueblos numerosos que hablan una lengua oscura y difícil, cuyas palabras no entiendes, ellos te escucharían.
3:7 Pero el pueblo de Israel no querrá escucharte, porque no quieren escucharme a mí, ya que todos los israelitas tienen la frente dura y el corazón endurecido.
3:8 Por eso yo haré tu rostro duro como el de ellos y tu frente dura como la de ellos:
3:9 haré tu frente como el diamante, que es más duro que la roca. No les tengas miedo ni te acobardes delante de ellos, porque son un pueblo rebelde.

El profeta entre los deportados

3:10 Él me dijo: Hijo de hombre, recibe en tu corazón y escucha atentamente todas las palabras que yo te diré;
3:11 después, dirígete a tus compatriotas que están en el exilio y háblales. Sea que te escuchen o que se nieguen a hacerlo, les dirás: "Así habla el Señor".
3:12 Entonces un espíritu me arrebató y oí detrás de mí el estruendo de un gran tumulto, cuando la gloria del Señor se levantó de su sitio;
3:13 oí el ruido que hacían las alas de los seres vivientes al juntarse una con la otra, el ruido de las ruedas al lado de ellos y el estruendo de un gran tumulto.
3:14 El espíritu me arrebató y me llevó, y yo fui, amargado y lleno de furor, mientras la mano del Señor pesaba fuertemente sobre mí.
3:15 Así llegué a Tel Aviv, junto a los deportados, que habitaban a orillas del río Quebar; y allí permanecí siete días como aturdido en medio de ellos.

El profeta, centinela de su pueblo
 
Ezequiel 33, 1-9
3:16 Al cabo de siete días, la palabra del Señor me llegó en estos términos:
3:17 Hijo de hombre, yo te he puesto como centinela del pueblo de Israel. Cuando escuches una palabra de mi boca, tú les advertirás de parte mía.
3:18 Cuando yo diga al malvado: "Vas a morir", si tú no se lo adviertes, si no hablas para advertir al malvado que abandone su mala conducta, y de esa manera salve su vida, el malvado morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre.
3:19 Si tú, en cambio, adviertes al malvado y él no se convierte de su maldad y de su mala conducta, él morirá por su culpa, pero tú habrás salvado tu vida.
3:20 Y cuando el justo se aparte de su justicia para hacer el mal, yo lo haré tropezar, y él morirá porque tú no se lo has advertido: morirá por su propio pecado y no le serán tenidas en cuenta sus obras de justicia, pero a ti te pediré cuenta de su sangre.
3:21 Si tú, en cambio, adviertes al justo para que no peque y el justo no peca, él vivirá porque ha sido advertido, y tú habrás salvado tu vida.

LA PREDICACIÓN DE EZEQUIEL ANTES DE LA CAÍDA DE JERUSALÉN

El profeta atado y reducido a silencio

3:22 La mano del Señor descendió sobre mí y él me dijo: Levántate, sal al valle y allí te hablaré.
3:23 Yo me levanté y salí al valle: la gloria del Señor estaba allí como la gloria que había visto junto al río Quebar, y caí con el rostro en tierra.
3:24 Entonces un espíritu entró en mí y me hizo permanecer de pie. Él me habló y me dijo: Ve a encerrarte dentro de tu casa.
3:25 En cuanto a ti, hijo de hombre, pondrán sogas sobre ti y te atarán con ellas, para que no puedas presentarte en medio de ellos.
3:26 Yo haré que se te pegue la lengua al paladar y quedarás mudo: así dejarás de reprenderlos, porque son un pueblo rebelde.
3:27 Pero cuando yo te hable, abriré tu boca y les dirás: "Así habla el Señor: el que quiera escuchar que escuche, y el que no quiera escuchar que no escuche", porque son un pueblo rebelde.

CAPÍTULO 4

Anuncio simbólico del sitio de Jerusalén

4:1 Hijo de hombre, toma un ladrillo, colócalo delante de ti y graba sobre él la ciudad de Jerusalén.
4:2 Luego la sitiarás: levantarás contra ella torres de asedio, harás terraplenes, instalarás campamentos y emplazarás a su alrededor máquinas de guerra.
4:3 Toma en seguida una sartén de hierro y colócala como muro de hierro entre ti y la ciudad. Mírala fijamente: ella quedará sitiada y tú serás el que la asedia. Esto es una señal para los israelitas.
4:4 Acuéstate sobre el lado izquierdo, y yo pondré sobre ti las culpas de los israelitas: tú cargarás con sus culpas durante todo el tiempo que estés acostado sobre ese lado.
4:5 Yo te he fijado un número de días equivalente a los años de su iniquidad: por eso, durante trescientos noventa días cargarás con las culpas del pueblo de Israel.
4:6 Al cabo de estos días, te acostarás por segunda vez, sobre el lado derecho, y cargarás con las culpas del pueblo de Judá durante cuarenta días: yo te he fijado un día por cada año.
4:7 Después dirigirás tu rostro y tu brazo desnudo hacia el asedio de Jerusalén y profetizarás contra ella.
4:8 Yo te ato con sogas, para que no puedas darte vuelta de un lado a otro, hasta que hayas cumplido los días de tu asedio.
4:9 Toma también trigo, cebada, habas, lentejas, mijo y espelta: échalos en un recipiente y prepárate con eso la comida. Tú comerás de ese pan durante todo el tiempo que estés acostado de un lado, o sea, durante ciento noventa días.
4:10 Cada día pesarás una ración de veinte siclos, y la comerás a una hora determinada.
4:11 También beberás el agua medida —la sexta parte de un hin— y la beberás a una hora determinada.
4:12 Prepararás este alimento en forma de galleta de cebada y lo cocerás sobre excrementos humanos, a la vista del pueblo.
4:13 Y tú dirás: "Así habla el Señor, el Dios de Israel: Así de impuro será el pan que comerán los israelitas, entre las naciones adonde yo los arrojaré".
4:14 Entonces exclamé: ¡Señor, yo nunca he incurrido en impureza! Desde mi infancia hasta el presente, jamás he comido un animal encontrado muerto o despedazado, ni ha entrado carne impura en mi boca.
4:15 Él me respondió: "Está bien, te permito que en lugar de excrementos humanos uses bosta de vaca para hacer tu pan".
4:16 Luego añadió: "Hijo de hombre, yo acabaré con las reservas de pan que hay en Jerusalén: comerán angustiosamente el pan racionado y beberán ansiosamente el agua medida.
4:17 De esta manera, al faltar el pan y el agua, todos desfallecerán y se pudrirán a causa de sus culpas".

CAPÍTULO 5

El simbolismo del pelo dividido en tres partes

5:1 Hijo de hombre, toma una espada afilada, úsala como navaja de afeitar y pásala por tu cabeza y por tu barba; después toma una balanza y divide en partes el pelo que hayas cortado.
5:2 Una tercera parte, la quemarás en medio de la ciudad, cuando se cumplan los días del asedio; la otra tercera parte, la cortarás con la espada, alrededor de toda la ciudad; y la tercera parte restante, la esparcirás al viento —y yo desenvainaré la espada detrás de ellos—.
5:3 De esta última parte, tomarás una pequeña cantidad y la recogerás en tu manto.
5:4 Y de allí mismo, recogerás unos pocos cabellos, los arrojarás al fuego y los quemarás. De allí saldrá fuego sobre todo Israel.
5:5 Así habla el Señor: Esta es la ciudad de Jerusalén. Yo la había puesto en medio de las naciones, con otros países a su alrededor.
5:6 Pero ella se rebeló contra mis leyes con una maldad mayor que la de las naciones, y contra mis preceptos, más que los países que la rodean. Sí, han despreciado mis leyes y no han seguido mis preceptos.
5:7 Por eso, así habla el Señor: Porque ustedes han sido más rebeldes que las naciones que los rodean y no han seguido mis preceptos, porque no han practicado mis leyes y ni siquiera han procedido según las costumbres de las naciones que los rodean,
5:8 por eso, así habla el Señor: Yo también me pongo contra ti y haré justicia a la vista de todas las naciones:
5:9 haré contigo lo que nunca hice ni haré jamás, a causa de todas tus abominaciones.
5:10 Por eso, los padres comerán a sus hijos, y los hijos comerán a sus padres; te infligiré justos castigos y dispersaré a todos los vientos todo lo que reste de ti.
5:11 Por eso, juro por mi vida —oráculo del Señor—: por haber contaminado mi Santuario con todos tus horrores y todas tus abominaciones, también yo te arrasaré, sin una mirada de piedad y sin compadecerme.
5:12 Una tercera parte de tu pueblo morirá por la peste y perecerá de hambre en medio de ti; la otra tercera parte caerá al filo de la espada en tus alrededores; y a la tercera parte restante, la dispersaré a todos los vientos y desenvainaré la espada detrás de ellos.
5:13 Desahogaré mi ira, saciaré mi furor contra ellos y me vengaré; y cuando haya desahogado mi furor contra ellos, sabrán que yo, el Señor, he hablado llevado por mis celos.
5:14 Te convertiré en ruinas y en oprobio entre las naciones que te rodean, a los ojos de todos los que pasen.
5:15 Serás oprobio y objeto de ultraje, escarmiento y motivo de horror para las naciones que te rodean, cuando yo te inflija justos castigos con ira, con indignación y con violentos reproches. Yo, el Señor, he hablado.
5:16 Y cuando arroje contra ustedes las flechas siniestras del hambre, las flechas exterminadoras que enviaré para destruirlos, yo les haré pasar hambre y acabaré con las reservas de pan.
5:17 Enviaré contra ustedes el hambre y las bestias feroces, y ellas te privarán de tus hijos; pasarán por ti la peste y la sangre, y haré venir la espada contra ti. Yo, el Señor, he hablado.

EL PROFETA ELÍAS


Elías אֵלִיָּהו ēliyahū "Dios es el señor" o "Mi Dios es Yahve", uno de los tantos nombres compuestos que contienen el Tetragramaton que representa el nombre divino. Fue un profeta que vivió en el siglo IX a. C. De él hablan los capítulos 17 a 21 de 1 Reyes y los capítulos 1 y 2 de 2 Reyes. Según 1Reyes 17:1 y 2Reyes 1:8 era oriundo de Tishbé en la región de Galaad, al oriente del río Jordán.

El ministerio profético de Elías comienza en la época del reinado Acab, hijo de Omrí, quien gobernó en Israel entre el 874 a. C. y el 853 a. C. Los autores de los Libros de Reyes, citan como fuente de sus relatos otro libro ahora desconocido, los Anales de los Reyes de Israel (1Reyes 22:39). Posiblemente de tal fuente o de otra directamente referida al profeta, se extrae la narración sobre el enfrentamiento entre Elías y el rey Ajab, quien hizo el mal a los ojos de Yahveh, más que todos los que le habían precedido y tomó por mujer a Jezabel hija de Itobaal, rey de Sidón y se fue tras Baal, le sirvió y se prosternó ante él.

Elías aparece sorpresivamente en el relato anunciando a Acab la sequía, en medio de la cual el profeta multiplica el alimento para una viuda y su hijo y luego resucita al niño cuando fallece por una enfermedad. Elías se enfrenta a Jezabel que había mandado matar a los profetas de Yahveh y en el monte Carmelo, derrota a los profetas de Baal, luego de lo cual termina la sequía.

Elías era humano sujeto a pasiones similares a las nuestras (Santiago 5:17): tras su victoria, huye por temor a la venganza de Jezabel y se adentra en el desierto, deseándose la muerte. Sin embargo, tras encontrar comida y bebida se sintió reconfortado y anduvo hasta el monte Horeb, donde se esconde en una cueva. En medio de la depresión del profeta, Dios se le manifiesta como el susurro de una brisa suave y le da nuevas misiones, señalando a Eliseo como su sucesor.

La maldad de Ajab y Jezabel enfrentada por Elías no se limitaba al culto de Baal, sino que se proyectaba en el despojo de sus súbditos. El episodio de la viña de Nabot (1Reyes 21) es representativo de la repetida historia del despojo de las tierras de los campesinos por los gobernantes y grandes propietarios. Otros profetas se referirían a estas situaciones: Isaías 5:8; Miqueas 2:2. Elías expresa la sentencia divina contra Jezabel y contra la descendencia de Ajab. Derrotado y muerto éste en combate con las tropas del rey de Aram, a pesar de los buenos augurios de los falsos profetas, le sucedió su hijo Ocozías, que anduvo por el camino de su padre y de su madre e hizo pecar a Israel y murió pronto.

Según 2Reyes 2:1-13 tras la muerte de Ocozías, (852 a. C.) Dios arrebató a Elías vivo en un carro de fuego con caballos de fuego a la vista de Eliseo.

Muchos creyeron que Juan el Bautista fue el Elías que vino a preparar su camino (Mateo 11:7-15 Malaquias 3:23). De hecho para reforzar esta misión, el propio Juan vestía como Elías: 2Reyes 1:8, 2Reyes 2:1-13. Los Evangelios sinópticos, en un pasaje que se conoce como la Transfiguración, muestran a Elías y Moisés hablando con Jesús (Marcos 9:4). El apócrifo Apocalipsis de Elías lo muestra al lado de Henoc combatiendo contra el hijo de la iniquidad que los mata, luego de lo cual ellos resucitan, en forma similar a como ocurre con los dos testigos de Apocalipsis 11 en su enfrentamiento con la bestia.
El Apocalipsis de Elías

Capítulo 1

1. La palabra del Señor vino a mí, diciendo: "Hijo de hombre, di a este pueblo, ¿por qué apiláis pecado sobre pecado y provocáis la cólera del Señor Dios, que es vuestro Creador?
2. No améis al mundo ni a las cosas del mundo, porque el orgullo del mundo es propio del diablo con su corrupción."
-1 Juan 2.15-16; 3.8-
3. Recordad que el Señor de la gloria, que ha creado todo, tuvo compasión de vosotros, para salvarnos de la esclavitud de esta época.
4. Frecuentemente, el diablo ha deseado hacer que el sol deje de brillar sobre la tierra y que la tierra deje de producir frutos. Desea consumir a los humanos, como el fuego que corre por el rastrojo, quiere tragarlos como agua.
5. Esto es porque el Dios de la gloria tuvo misericordia de nosotros y Él envió a su Hijo al mundo para que nos salvara del cautiverio.
6. El no le advirtió esto a ningún ángel, arcángel ni potestad, sino se transformó en hombre cuando Él vino a nosotros para salvarnos.
-Flp 2.6-7; Rm 8.3; Hb 2.17-
7. Por ello sois sus hijos así como Él es es vuestro Padre.
-Ga 4.6-7-
8. Recordad que Él os ha preparado tronos y coronas en los cielos: "Todos aquellos que me escuchen, llegarán a recibir los tronos y las coronas", dijo el Señor,
-1Co 2.9; Is 64.3; Jr 3.16; To 17
Ap 2.10,26,27; 3.11,21; 4.4; 12.1; 14.14; 20.4-
9. "además, a los míos Yo les escribiré mi nombre sobre la frente y les sellaré la mano derecha y nunca tendrán hambre ni sed;
10. "ni los hijos de la desobediencia tendrán poder sobre ellos. Los tronos no les retendrán, sino que marcharán con los ángeles hacia mi ciudad."
- Sb 5.23; Mt 7.23; 13.41; 25.45-46-
-2 Co 6.14; Tt 2.14; Hb 1.9; Rm 6.19-
11. Los pecadores será avergonzados: no traspasarán los tronos, sino que los tronos de la muerte los retendrán y dominarán sobre ellos,
12. porque los ángeles de Dios no los reconocen y son extraños a la morada de Dios.
13. Escuchad, sabios de la tierra, estad en guardia contra los impostores que abundarán en los tiempos del fin. Porque tendrán doctrinas que no son las de Dios, rechazarán la Ley de Dios -hombres que han hecho de su estómago su Dios-, diciendo: "el ayuno no tiene sentido y Dios no lo estableció".
-1Tm 4.1,2; 6.3-5,10; Flp 3.19; 2Co 2.17; Judas 4-
14. Se hacen a sí mismos extraños a la Alianza de Dios y se roban a sí mismos las promesas gloriosas. Tales hombres nunca se establecen firmemente en la fe, luego ¡No dejes que te extravíen!
15. Recordad que el Señor estableció el ayuno cuando hizo los cielos para ganancia del hombre, por las pasiones y deseos que están en guerra con ustedes, de manera que el malvado no los queme.
16. Pero, "Yo he creado un ayuno puro", dijo el Señor,
17. "el hombre que ayuna continuamente no pecará jamás por envidias o discordias.
18. Dejad que el hombre que es puro ayune. Pero el hombre que ayuna y no es puro, provoca al Señor y también a los ángeles;
19. somete al mal su propia alma, acumulando para sí mismo la ira para el día de la cólera."
20. "He creado un ayuno puro, con corazón puro y manos puras;
21. perdona los pecados, cura las enfermedades, saca los demonios,
22. es eficaz ante el trono de Dios, como un dulcificante, como una fragancia, para el perdón de los pecados mediante una oración pura.
23. ¿Qué trabajador respetable entre vosotros irá a los campos sin sus herramientas en las manos? ¿O quién partirá para la guerra sin vestir en el pecho una coraza?
24. ¿No será asesinado, si es encontrado, por haber despreciado el servicio del rey?
25. Igualmente, es imposible para cualquiera venir al lugar santo con un corazón doble.
26. Al hombre que ora con corazón doble está en tinieblas en su interior y los ángeles no lo reconocen.
27. Tened siempre el mismo corazón en el Señor, para que todo lo suyo reconozcáis.
Capítulo 2

1. "Porque he aquí que los reyes de Asiria y la disolución de los cielos y la tierra y lo que está bajo la tierra,
2. desde ahora no prevalecerán sobre aquellos que me pertenecen", dijo el Señor, "y ellos no temerán en la batalla".
3. Cuando ellos vean a un rey apareciendo por el Norte, lo designarán rey asirio y el rey de la injusticia; hará guerras sin fin sobre Egipto y causará muchas perturbaciones:
4. habrá gemidos por la tierra, porque se llevarán vuestros hijos.
5. Muchos buscarán la muerte en esos días pero la muerte los eludirá.
6. Y un rey se levantará en las tierras del occidente a quien llamarán "el rey de paz";
7. correrá sobre le mar como un león rugiente;
8. matará al rey de injusticia y se vengará sobre Egipto con guerra y derramamiento de sangre.
9. Pasará en esos días que ordenará paz y un regalo inútil, desde Egipto .
10. Dará la paz a los santos diciendo: "El nombre de Dios es Uno".
11. Honrará a los santos y exaltará la ciudad santa;
12. dará regalos inútiles a la casa de Dios;
13. desde las ciudades de Egipto merodeará, astutamente, sin que lo sepan;
14. contará los santos lugares, pesará los ídolos de las gentes, contará sus riquezas y designará los sacerdotes.
15. Ordenará que los sabios de la tierra y los grandes de los pueblos sean apresados y llevados a la metrópoli por mar, diciendo: "¡No hay sino una lengua!"
16. Y cuando escuchéis: "¡Hay Paz y Alegría!":
-1Ts 5.3-
17. ¡He aquí! Voy a deciros cuáles son las señales para que podáis reconocerlo:
18. Tiene dos hijos, uno a su derecha y otro a su izquierda.
19. Aquel que está a su derecha tendrá una apariencia de un demonio y desafiará el nombre de Dios.
20. Ahora cuatro reyes viene de ese rey.
21. En su año treinta bajará a Menfis y construirá allí un templo;
22. su propio hijo se levantará contra él y lo matará;
23. toda la tierra se agitará.
24. En ese día él promulgará un decreto por toda la tierra, para que sean encarcelados los sacerdotes de la tierra y todos los santos, diciendo: "¡Todos los regalos y todas las cosas buenas os las ha dado mi padre, ahora devolveréis el doble"!
25. Cerrará los lugares santos, les quitará sus casas y hará prisioneros a sus hijos.
26. Ordenarán que se ofrezcan sacrificios abominables y traerá la miseria sobre la tierra.
27. Aparecerá debajo del sol y de la luna;
28. los sacerdotes de la tierra rasgarán sus vestiduras.
29. ¡Ay de vosotros jefes de Egipto en tales días porque vuestro día ha pasado!
30. La violencia hecha a los pobres se devolverá contra vosotros y vuestros hijos serán llevados como botín.
31. En esos días las ciudades de Egipto se lamentarán porque no escucharán la voz del comprador ni la voz del vendedor.
32. Los mercados de Egipto se cubrirán de polvo. Los habitantes de Egipto llorarán al tiempo; anhelarán la muerte, pero la muerte huirá y los abandonará;
33. correrán sobre las rocas y saltarán hacia abajo, diciendo: "¡Caigan sobre nosotros!", pero no morirán.
34. Doble tribulación vendrán sobre toda la tierra aquel día:
35. En esos días el rey ordenará que todas las mujeres con hijos en el vientre sean arrestadas y traídas ante él atadas y que le den de mamar a serpientes y que su sangre sea exprimida de sus senos para usarla como veneno para flechas.
36. Debido a la necesidad de soldados para las guerras, ordenará que todos los niños menores de doce años sean reclutados y tengan que aprender a disparar con arco y flecha.
37. Todas las parteras de la tierra se lamentarán en esos tiempos y la mujer que tenga hijos elevará sus ojos al cielo diciendo: ¿Por qué me senté en la silla de parir para traer niños al mundo?".
38. Las estériles y las vírgenes se regocijarán diciendo: "Ahora es el momento para regocijarnos por no tener hijos sobre la tierra, nuestros hijos están en los cielos".
39. En esos días tres reyes se levantarán entre los persas, tomarán a los judíos que estén en Egipto y los transportarán hasta Jerusalén y habitarán y permanecerán allí.
40. Si escucháis que "la seguridad está en Jerusalén", entonces ¡rasgad las vestiduras! vosotros sacerdotes de la tierra, porque la llegada del Hijo de la Perdición no demorará.
-1Ts 5.3; 2Ts 2.3,8; Jn 17.12 -
41. En esos días el Impío se manifestará en los lugares santos;
- 2 Ts 2,4; Dn 9:27; 1M 3.6; 9.23, 58, 69; 11.25; 14.14; 2Cr 15.3; Sb 17.2-
42. los reyes de los persas huirán hacia Hrearit con los reyes de los asirios Cuatro reyes pelearán contra tres.
43. Durarán tres años en ese lugar hasta que allí puedan poner sus manos sobre el tesoro del templo.
44. En esos días la sangre correrá desde Kôs hasta Menfis. El río de Egipto se convertirá en sangre y nadie podrá beber de él por tres días.
45. ¡Ay de Egipto y sus habitantes!
46. En esos días un rey aparecerá en la ciudad llamada "La Ciudad del Sol" Toda la tierra se consternará y él se apresurará hacia Menfis.
47. En el sexto año de los reyes persas, él planeará una emboscada en Menfis; él matará a los reyes asirios. Los persas se vengaran de la tierra.
48. Ordenará la ejecución de todos los gentiles y ateos y mandará que los templos de los gentiles sean saqueados y aniquilados sus sacerdotes y mandará reconstruir los templos santos.
-Dt 7.25; Ro 2.22,24 -
49. El dará dobles regalos al templo de Dios y dirá "¡El Nombre de Dios es Uno!".
50. Toda la tierra adorará a los persas.
51. Por eso, el resto, los que han sobrevivido la arremetida, dirán: "Este es un rey justo que el Señor nos envió para que la tierra no sea convertida en desierto."
52. Ordenará no dar nada al rey durante tres años y seis meses. La tierra se llenará de abundantes riquezas.
53. Los vivos irán al encuentro de los muertos y les dirán: "Levantaos y compartid con nosotros esta vida de paz."
Capítulo 3

1. En el cuarto año de este rey el Hijos de la Iniquidad aparecerá diciendo: "Yo soy el Ungido", pero él no lo es. ¡No creáis en él!
-Mt 24.23; Mc 13.6; Lc 21.8-
2. Cuando el Ungido llegue, vendrá como un palomar, con una corona de palomas rodeándole y marchará sobre las nubes del cielo con el signo de la cruz precediéndole.
3. El universo entero le verá como al sol que resplandece, desde las regiones del Oriente hasta las regiones del Poniente.
4. Así vendrá, con todos sus ángeles rodeándolo.
5. El hijo de la Iniquidad de nuevo comenzará a pararse sobre el lugar santo.
6. Dirá al Sol: "¡Cae!" y él caerá; le dirá : "¡Brilla!" y él lo hará; le dirá: "¡Obscurécete!" y él lo hará.
7. Dirá a la luna: "¡Conviértete en sangre!" y ella lo hará.
8. Recorrerá el cielo con ellos; caminará sobre el mar y sobre los ríos como sobre la tierra seca.
9. Hará caminar a los paralíticos, oír a los sordos, hablar a los mudos y ver a los ciegos.
10. Limpiará a los leprosos, curará a los enfermos y sacará demonios.
11. Multiplicará las señales y prodigios en presencia de todos.
-Mt 24.24; 2Ts 2.,9; Ap 13.13-
12. Hará las mismas obras que el Ungido, excepto resucitar los muertos.
13. Por esto sabrás que él es el Hijo de la Iniquidad, porque no tiene poder para dar vida.
14. Sí, os diré cuáles son las señales que lo distinguen, para que podáis ser capaces de reconocerlo.
15. Es un hombre escuálido hombre herboso, con las piernas débiles, alto, con un mechón gris por delante de su cabeza clava, las cejas le llegan hasta las orejas y por delante de la mano tiene una mancha de lepra.
16. Se transformará delante, de vosotros y de quienes los miren, unas veces como un anciano otras veces como un niño;
17. se transformará en todas sus características, pero las señales de su cabeza no las podrá cambiar.
18. En esto conoceréis que él es el Hijo de la Iniquidad.
El más grande de los profetas de Israel (1 R. 17:1-24; 18:40; 19:1-21; 21:1-29; 22:1-40; 2 R. 1:1-2:8). Vivió en la primera mitad del siglo IX bajo el reinado de Acab. Elías alcanzó grandísima fama en Israel, más que los demás profetas.
Apodado "tisbita", se cree que nació en Tisbe, en las montañas de Galaad, sitio identificado con un lugar situado cerca del rió Jaboc, hoy llamado Zerka. Su ministerio profético se narra en 1 R. 17:19, 21; 2 R. 1 y 2.
Su actividad comienza cuando enfrenta a Acab, rey de Israel, para pronosticar una sequía de tres años en el país. Por indicación divina, debió esconderse junto al arroyo de Querit, vecino al Jordán, y luego en la casa de una viuda en Sarepta, en tierras fenicias. En ambos lugares fue alimentado milagrosamente: primero por cuervos, y segundo mediante una milagrosa provisión de harina y aceite. Dios se sirvió de él para resucitar al hijo de la viuda (1 R. 17:2-24).
En su segundo encuentro con Acab, concertado por medio de Abdías su mayordomo, Elías propuso la gran concentración de los 450 profetas de los falsos dioses Baal y 450 de Asera, para demostrar delante de todo el pueblo quién era el verdadero Dios. Los falsos profetas fracasaron, pero Dios honró a su profeta, y contestó su oración enviando fuego del cielo que consumió el holocausto y el altar de Yahvéh que Elías había reconstruido. Yahvéh es aclamado y Elías degüella a los profetas de Baal junto al arroyo de Cisón (1 R. 18:1-46). Elías predice que la lluvia vendrá.
No obstante, ni el pueblo ni sus gobernantes se arrepienten. La reina Jezabel trama la muerte del profeta, quien huye al desierto, donde, desalentado, desea la muerte. Un ángel alimenta al profeta y le fortalece para caminar cuarenta días hasta Horeb, el monte de Dios. Allí recibe una triple orden divina: la unción de Hazael y Jehú como reyes de Siria e Israel, respectivamente, y la de Eliseo como sucesor suyo (1 R. 19:1-17).
Eliseo, sucesor de Ellas, no se aparta de éste. A la vista de cincuenta de los hijos de los profetas, Elías divide las aguas del Jordán con su manto y ambos cruzan el rió. Eliseo le pide tuna doble porción de su espíritu. Mientras hablan, un carro de fuego los separa; Elías sube al cielo en un torbellino y su manto es recogido por Eliseo (2 R. 2:1-12).
Elías es mencionado una vez en la época del rey Joram de Judá (2 Cr. 21:12-15), cuando después de su muerte se encontró un escrito suyo en el cual profetizaba la muerte de este monarca por su apartamiento de los caminos de Dios.
Los hebreos esperan el retorno de Elías, tal como lo predijo Malaquías (Mal. 4:4-6). También en el Nuevo Testamento el tema se repite (Mt. 11:14; 16:13; 17:10-13; Lc. 1:17; Jn. 1:21-25; Mr. 6:15). Esta visión de Malaquías nos afirma que Elías, como el enviado que ha de venir antes del "Día del Señor", tendrá la misión de preparar al pueblo para el advenimiento final de Dios. Junto con Moisés y Elías, serán dos testigos que profetizarán durante los días de muerte y resurrección al final del mundo (Ap. 11:3-13). Estas profecías, que están en parte por cumplirse, se han realizado en parte en los días de Juan el Bautista y de Cristo.
Juntamente con Moisés el legislador de Israel, Elías figuró al lado de Cristo en la Transfiguración (Lc. 9:30-33); en aquella ocasión "la ley y los profetas" se dan cita para manifestar al pueblo que las profecías se cumplen en Cristo y que Él es la plenitud de la ley.
Algunos testigos de la crucifixión pensaron que el Señor llamaba a Elías desde la cruz (Mt. 27:47-49). Pablo recuerda la escena del Carmelo en Ro. 11:2-4, y Santiago (5:17, 18) destaca al profeta como ejemplo de oración, porque a pesar de estar "sujeto a pasiones como nosotros" Dios escuchó sus oraciones.
Elías está presente en casi todos los libros de la Biblia. Si Moisés fue el instrumento escogido por Dios para liberar a su pueblo y darle una legislación, resultado de la alianza con Él, Elías es el restaurador de esa alianza en los momentos cuando el pueblo desobediente quería escapar al amor de Dios desechando sus promesas.