miércoles, 28 de enero de 2009

Las profecías del Código de la Biblia

El reportaje es el primer borrador de la historia. Este libro ofrece un informe completo de un código oculto en la Biblia que revela hechos ocurridos miles de años después de que la propia Biblia fuera escrita. Quizá se trate, por tanto, del primer borrador del futuro. Nuestro conocimiento del código bíblico es incipiente. Es como acceder a un gigantesco puzzle de infinitas piezas con sólo unos pocos cientos o miles de ellas en la mano. Tampoco tenemos un modelo: hemos de imaginarlo.

Lo único que puedo afirmar con absoluta certeza es que hay un código en la Biblia y que en un puñado de dramáticos casos ha servido para anunciar hechos que ocurrieron tal y como se había predicho.

No hay manera de saber si el código será igualmente certero en cuanto al futuro más lejano. Me he propuesto aplicar aquí los mismos criterios de investigación periodística que he aplicado en otros casos. He empleado cinco años en verificar la información. No he dado nada por hecho sin contrastarlo antes.

He confirmado cada hallazgo del código bíblico en mi ordenador personal mediante dos programas distintos: el empleado por el matemático israelí que descubrió el código y un segundo programa diseñado de manera independiente del primero.
Asimismo, he entrevistado a los científicos que investigaron el código tanto en Estados Unidos como en Israel.

Fui testigo de muchos de los hechos descritos en el libro. Cuando no fue así, el relato de los mismos se ha basado en testimonios directos o en noticias confirmadas por prensa escrita.

Al final del libro hay un apartado de minuciosas notas referentes a cada capítulo, otro de notas relativas a las ilustraciones y una copia del experimento original que dio veracidad al código de la Biblia.

Me he trazado el objetivo de referir cuanto está codificado en la Biblia con la misma objetividad con que habría cubierto un suceso de actualidad en mis tiempos en el Washington Post o la información sobre un consejo de dirección cuando trabajaba en el Wall Street Journal.

No soy rabino ni sacerdote, ni un estudioso de la Biblia. No tengo convicciones preconcebidas pero sí un único rasero: la verdad. Este libro no es la última palabra. Es sólo el primer aviso.

El código fue descubierto por el doctor Eliyahu Rips, uno de los expertos mundiales en teoría de grupos, el modelo matemático en el que se basa la física cuántica.

Lo han corroborado renombrados matemáticos de Harvard, Yale y la Universidad Hebrea. Lo ha verificado un experto en decodificación del Departamento de Defensa de Estados Unidos. Ha superado tres niveles de revisión por parte de una destacada publicación científica.

El asesinato de Rabin no es el único acontecimiento moderno de que da cuenta el código. Además de los atentados contra Sadat o los hermanos Kennedy, en la Biblia están codificados centenares de hechos cruciales para el mundo, desde la segunda guerra mundial hasta el escándalo del Watergate, el Holocausto, la bomba de Hiroshima, la llegada del hombre a la Luna o el reciente impacto de un cometa en Júpiter.

El día exacto en que el cometa chocaría con Júpiter fue descodificado antes de que ocurriera, y otro tanto sucedió con las fechas de la guerra del Golfo. Nada de esto parece ajustarse a las reglas de nuestro pragmático mundo y, puesto que no soy creyente, yo sería de los primeros en tacharlo de fiebre milenarista. Pero he estado metido en ello durante cinco años. He pasado muchas semanas junto al doctor Rips, su descubridor. He aprendido hebreo y comprobado el código día tras día en mi ordenador personal.

El código de la Biblia fue descubierto en el texto hebreo original del Antiguo Testamento, es decir, en la primera versión escrita del libro sagrado. Este libro ha sido traducido a casi todos los idiomas y es hoy la base de la religión occidental. El código de la Biblia es ecuménico: su información va dirigida a todos. Sin embargo, sólo existe en hebreo, ya que éste es el idioma original de la Biblia.

INDICE
· CAPITULO UNO: EL CÓDIGO
· CAPITULO DOS: EL HOLOCAUSTO ATÓMICO
· CAPITULO TRES: TODO SU PUEBLO EN GUERRA
· CAPITULO CUATRO: EL LIBRO SELLADO
· CAPITULO CINCO: EL PASADO RECIENTE
· CAPITULO SEIS: ARMAGEDON
· CAPITULO SIETE: APOCALIPSIS
· CAPITULO OCHO: LOS DÍAS FINALES

Fragmentos:
Isaac Newton, el primer científico moderno, el hombre que formuló los principios mecánicos de nuestro sistema solar y descubrió la fuerza de gravedad, estaba seguro de que la Biblia ocultaba un código capaz de revelar el futuro. Aprendió hebreo y dedicó la mitad de su vida a buscarlo.

De acuerdo con su biógrafo John Maynard Keynes, se diría que Newton estaba obsesionado con el código. Cuando Keynes asumió el cargo de rector de Cambridge, descubrió las notas que Newton había dejado allí al abandonar la rectoría. Keynes no cabía en sí de asombro. La mayor parte del millón de palabras manuscritas por el propio Newton no versaban sobre matemáticas o astronomía, sino sobre teología esotérica. Dejaban bien a las claras la certeza del gran físico de que la Biblia ocultaba una profecía de la historia de la humanidad.

Newton, afirmaba Keynes, estaba convencido de que la Biblia y el universo entero eran un "criptograma pergeñado por el Todopoderoso", y estaba deseoso de "leer el acertijo de la mente divina, el acertijo de los acontecimientos pasados y futuros que la divinidad había preestablecido".

Newton murió sin encontrar el código. Por variados que fueran los modelos matemáticos que aplicaba, no logró encaminar sus largos años de búsqueda...

El descodificador del Pentágono había corroborado, de manera independiente y con su propio programa, los resultados de los investigadores israelíes.

Hombres que habían vivido cientos y miles de años después de que la Biblia fuera escrita aparecían codificados con todo detalle. Rips había encontrado las fechas. Gans, las ciudades.
Sin duda, el código de la Biblia era real.

Kass envió el siguiente mensaje por correo electrónico a los israelíes: "El artículo ha pasado la tercera revisión. Vamos a publicarlo."

A pesar del natural escepticismo de los matemáticos laicos, ninguno pudo encontrar error alguno en el procedimiento. Ninguno pudo esgrimir la más mínima objeción respecto del experimento.

Tampoco pudo dar ninguno una explicación razonable de la sobrecogedora existencia en la Biblia de un código capaz de vaticinar hechos posteriores a su escritura.

La Biblia tiene la forma de un gigantesco crucigrama. Está codificada de principio a fin con palabras que, al conectar entre sí, revelan una historia oculta.

"Actualmente, un gran sector de la humanidad considera la Biblia como algo folklórico, de contenido mítico, mientras que sólo la ciencia ofrece una lectura aceptable de la realidad. Otros aseguran que la Biblia, en tanto palabra divina, ha de ser cierta, y por consiguiente la que se equivoca es la ciencia. A mi entender, cuando completemos nuestra comprensión de ambas, ciencia y religión se fundirán en una y por fin tendremos una teoría unificada completa."

En los casi tres años que lleva publicado, nadie ha enviado una refutación en regla a la revista matemática donde el artículo de Rips-Witztum apareció.

Dijo Einstein en cierta ocasión: "Por persistente que sea, la distinción entre pasado, presente y futuro es pura ilusión." El tiempo, advertía Einstein, no es en modo alguno lo que parece. No fluye en una única dirección. El futuro y el pasado coexisten.

Newton, el otro gran físico que definió nuestro universo, no sólo afirmó que el futuro ya existe sino que creía en la posibilidad de predecirlo; de hecho, dedicó parte de su vida a buscar en la Biblia un código oculto capaz de anticipar el futuro.

Algunos científicos actuales, entre ellos el que quizá goza hoy de mayor renombre, Stephen Hawking, creen que llegará un momento en que podremos viajar en el tiempo. "No es improbable -aventura Hawking-que en un futuro tengamos la capacidad de viajar en el tiempo."

Tal vez, el poeta T. S. Eliot no estaba tan desacertado cuando escribió: "El tiempo presente y el pasado / Quizá están presentes en el tiempo futuro / Y el futuro encerrado en el tiempo pasado."

No sabemos todavía si todo el pasado y todo el futuro de cada uno de nosotros están contenidos en algún nivel superior y por ahora inaccesible del código secreto de la Biblia. Ello la convertiría, en efecto, en el Libro de la Vida. Lo que sí parece evidente es que el nivel de codificación al que hemos logrado acceder contiene todos los acontecimientos relevantes de la historia mundial.

Todos los líderes de la segunda guerra mundial -Roosevelt, Churchill, Stalin, Hitler- están allí. "América", "revolución" y 1776 ("5536") aparecen en el mismo sector. "Napoleón" está codificado junto a "Francia", pero también junto a "Waterloo" y "Elba". La revolución que cambió la faz del siglo XX, la "revolución" comunista en "Rusia", está codificada al lado del año en que triunfó, 1917 ("5678").

Grandes artistas y escritores, inventores y científicos, tanto antiguos como actuales, aparecen por doquier en el texto oculto. "Homero" está descrito como "poeta griego". "Shakespeare" forma parte de una misma secuencia codificada que no sólo revela su nombre sino también sus logros: "Shakespeare" -"llevó a escena" -"Hamlet"-"Macbeth".

"Beethoven" y "Johann Bach" aparecen como "compositores alemanes", y "Mozart" es un "compositor" de "música". "Rembrandt" está codificado junto a "holandés" y "pintor". "Picasso" figura como "el artista".

También los grandes avances tecnológicos están registrados en el código. Los "hermanos Wright" están conectados con la palabra "aeroplano". "Edison" figura junto a "electricidad" y "bombilla", "Marconi" junto a "radio". Los dos científicos cuyas definiciones del universo continúan rigiendo el mundo moderno, Newton y Einstein, se encuentran en el código junto a sus principales descubrimientos.

Al lado de "Newton", el hombre que describió el funcionamiento de nuestro sistema solar y la fuerza gravitatoria que mantiene en su sitio a los planetas, aparece la palabra "gravedad". Hasta los intentos del propio Newton por encontrar en la Biblia un código capaz de revelar el futuro están consignados en el texto oculto: cerca del nombre del astrónomo puede leerse "código de la Biblia".

A Einstein se lo menciona una vez. En la proximidad se lee "vaticinaron una persona sesuda". La palabra "ciencia", intercalada con la frase "un nuevo y excelente conocimiento", cruza el nombre. Y justo encima de "Einstein" el código predice: "revolucionó la realidad".

También su teoría de la relatividad está codificada. De hecho, la explicación global del universo que Einstein buscaba y no encontró, la teoría unificada completa, podría encontrarse codificada en la Biblia desde hace tres mil años. Junto al nombre del científico, la única vez que éste aparece, y asimismo al mencionar la teoría de la relatividad, el código da la siguiente pista: "añadir una quinta parte". Lo cual parece indicar que no encontraremos la respuesta que buscaba Einstein en nuestro espacio de tres dimensiones ni al añadir la cuarta dimensión temporal, sino en una quinta dimensión cuya existencia ningún fisico cuántico pone hoy en entredicho.

"En los textos religiosos más antiguos -observó Rips-también se menciona una quinta dimensión. La llaman "profundidad del bien y del mal"."

¿Cielo e infierno? Estas cuestiones en otro tiempo preocupaban al hombre, pero pocos científicos actuales, y aún menos periodistas, suelen tomarlas en serio. Sin embargo, el código secreto de la Biblia vuelve a situarnos ante las grandes preguntas de antaño.

¿Prueba el código que hay un Dios? Para Eli Rips, la respuesta es sí.

"El código de la Biblia ofrece pruebas científicas inapelables", declara el matemático.

Pero Rips creía en Dios antes de encontrar tales pruebas.

Muchos otros coincidirán con él en que por fin tenemos pruebas seculares de su existencia. Por mi parte, sólo sé que ningún humano pudo haber codificado la Biblia de esta manera. Contamos, pues, con la primera prueba científica de que existe, o al menos existió en la época en que fue escrita la Biblia, una inteligencia que trasciende la nuestra. Ignoro si se trata de Dios. Pero estoy seguro de que codificar información en la Biblia respecto de hechos que ocurrirían tres mil años después no está al alcance de ningún ser humano.

Una inteligencia capaz de ver el futuro había codificado la Biblia. Sabía cuándo sobrevendría el peligro. Diseñó, por tanto, un código que sólo la tecnología de la época crucial podría desvelar. ¿Era, pues, éste el "libro sellado"? De hecho, el código tenía una especie de seguro temporal que garantizaba su secreto hasta tanto no se inventaran los ordenadores. ¿Habíamos logrado abrir el "libro sellado"? ¿Estábamos realmente a las puertas del tan temido "fin de los días"?

El libro del Apocalipsis anuncia que la batalla final caerá sobre nosotros por sorpresa, como un ladrón en medio de la noche. En efecto, las palabras inmediatamente anteriores al Armagedón son: "Mira que vengo como ladrón." La Biblia nos advierte de una desgracia súbita e inevitable. Sin embargo, el mensaje del código es precisamente el opuesto; nos advierte para que podamos evitar el desastre apocalíptico.

Alguien escondió en la Biblia una advertencia, la información necesaria para que impidamos la destrucción del mundo.

"Para ver el porvenir hay que mirar hacia atrás", señala el libro de Isaías.

Verifiqué cada uno de los próximos 120 años. Sólo dos de ellos, 2000 y 2006, aparecían claramente codificados junto a "guerra mundial". Ambos estaban asimismo codificados con "holocausto atómico". Eran los dos únicos años de los próximos 120 que coincidían con ambas expresiones.

No hay manera de saber si la guerra que predice el código ha de estallar en el 2000 o en el 2006. El primero aparece en dos ocasiones, pero 2006 presenta mayores probabilidades matemáticas. Tampoco hay manera de saber si el peligro es real. Pero si el código está en lo cierto, podría desatarse una guerra mundial hacia finales del milenio, probabilidad no del todo descartable dentro de los próximos diez años.

"Holocausto atómico" y "guerra mundial" están codificados juntos.

Según el código, en la próxima guerra se emplearán armas de destrucción masiva que jamás se habían empleado en batalla alguna. Hiroshima significó el fin de la segunda guerra, pero hoy en día existen, entre ojivas atómicas y misiles balísticos múltiples, al menos cincuenta mil armas nucleares. Cada una de ellas puede destruir una ciudad entera. Podrían barrer el mundo en pocas horas.

La tercera guerra mundial sería, literalmente, el Armagedón.

El aviso de cuándo, dónde y cómo arrostraría nuestro mundo el verdadero Armagedón, una guerra mundial nuclear, ha permanecido oculto en el más sagrado de los versículos de la Biblia durante tres mil años...

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